Los cantantes y las orquestas que han ganado el premio al Merengue del Año en los últimos años deberían reconocer y valorar la indulgencia de los cronistas de arte que todavía lo nominan y premian. Duele admitirlo, pero se puede decir que es el premio más piadoso de todos los que se otorgan en El Casandra.El Merengue del Año desde hace tiempo se escoge de una terna de temas intrascendentes, que no se han escuchado en la radio, no han calado en el interés de la gente, y por lo tanto no han sido éxito, lo cual contraviene el requisito de la trascendencia que establecen en ese renglón los reglamentos del premio.Lo que ocurre es que Acroarte no se puede dar el lujo de dejar el renglón desierto, en un premio que se realiza en la "tierra del merengue". Sería una verguenza que se llegara a eso aquí, pero hace tiempo que en las premiaciones internacionales le han dado "de baja" al género comotal. La mejor muestra la tenemos en el Grammy Latino. Paradógicamente, otras expresiones en base a fusiones con elementos de la música urbana son las que predominan en los escenarios de laspremiaciones internacionales, como El Grammy, Lo Nuestro y los Billboard. Los diletantes y seguidores del merengue tienen que conformarse, consolarse y hasta agradecer el papel de los jóvenes intérpretes venezolanos y puertorriqueños que han asumido el estandarte del génerocon la música que hacen, a la que llaman merengue, y que es la que predomina en los espectáculos de esos premios.
Ni siquiera el Casandra ha podido sustraerse a esa realidad, como se pudo verificar en el vuelco que se produjo hacia las expresiones urbanas, pese a toda la resistencia que hubo hacia ello en los últimos tiempos.
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